Cómo encontrar la paz interior


Aceptamos como algo normal recorrer la vida en una batalla mental constante. Adentro cargamos una mezcla batida de pensamientos y sentimientos desordenados, desesperados por sobrepasar unos a otros. Creemos que esto es así, no nos cuestionamos una alternativa de vida y nos resignamos a que la tormenta interior subsista, es más, la alimentamos y la dejamos que se adueñe totalmente de nosotros.


Este estado de desasosiego permanente construye vidas anárquicas, flujos de tensión perpetuos, una ansiedad constante que afecta tanto al cuerpo como al espíritu. El ruido incesante que hacen nuestras ideas provoca que perdamos la paz y la perspectiva, nos enreda en preocupaciones sobre el pasado o el futuro, pensamientos que hierven entre aquello que fue, y aquello que imaginamos será. Esto nos hunde en temores sin fundamento, nos ahoga en escenarios irreales a los cuales les damos la errónea categoría de real.
Cuando calmamos a nuestra mente todos estos estados descritos anteriormente se acallan, nuestro ser se tranquiliza, nuestro entorno se vuelve más claro y vibrante, nuestra energía se enfoca, las relaciones personales se enriquecen, el cerebro funciona mejor, somos más positivos, tomamos mejores decisiones, y nuestro organismo físico en general es más saludable.
Acallar la mente es posible -nunca en su totalidad porque estamos vivos- pero sí en la medida necesaria para encontrar el control y la calma. Podemos empezar ahora mismo con simples ejercicios de respiración profunda y exhalación consciente. Cada vez que el remolino de ideas y emociones ataque nuestro ser, observémoslo como parte de otro y no de nosotros. Algo lejano, que está allí, pero no nos domina. Luego e intencionalmente hagamos un esfuerzo por encontrar unos minutos solitarios para respirar y exhalar profundamente por nuestra nariz. Mientras el aire entra permitamos que este nos envigorice y cuando el aire salga dejemos que se lleve tensiones, amarguras y angustias.
Encontrar la paz interior es una decisión propia, un ejercicio de nuestra voluntad. Lograr una mente calmada requiere que nos esforcemos por una respiración profunda, por hallar el espacio diario para meditar y orar. Los logros espirituales como los materiales demandan disciplina y propósito, en este camino a tomar la recompensa es inmensa: la tranquilidad del ser y del hacer.