Un hombre muy culto acudió a visitar a un maestro con la pretensión
de que le aceptara como discípulo. Al llegar a su casa, fue recibido por su
asistente, que le preguntó:
—¿Qué deseas, buen hombre?
—Quiero ser aceptado como discípulo y seguir la senda hacia la
liberación total de la mente y la conquista de la sabiduría.
—Muy bien. Espera aquí y se lo comunicaré al maestro.
Tras unos instantes, apareció de nuevo el asistente y le entregó al
visitante una hoja con una serie de preguntas, instándole a que las respondiera
por escrito.
Dado que el pretendiente era muy culto y gozaba de una notable
erudición, le fue muy fácil contestar a todas las preguntas del formulario. Una
vez respondidas todas las cuestiones, el asistente desapareció de nuevo para
llevarle la hoja al maestro. En unos instantes regresó y dijo:
—El maestro me dice que te haga saber que todas tus respuestas han
sido correctas y que gozas de una gran erudición, por lo que te aceptará como
discípulo en el plazo de un año.
El pretendiente se sintió halagado, pero le parecía demasiado tiempo
que le hicieran esperar un año para recibir la instrucción espiritual, por lo
que dijo:
—Es un largo plazo el que me fijáis, a pesar de lo bien que he
respondido a todas las cuestiones, ¿verdad? ¿Qué habría pasado entonces si mis
respuestas no hubieran sido tan adecuadas?
Y el asistente repuso:
—¡Ah!, en ese caso el maestro te habría aceptado hoy mismo, pero no
queda más remedio que esperar un año para que te libres del excesivo lastre de
todos tus innecesarios conocimientos. Te esperamos dentro de un año.
REFLEXIÓN: Tendemos a confundir el conocimiento con el entendimiento
correcto, la información y erudición con la sabiduría, cuando en realidad son
bien diferentes.
El conocimiento es acumulación de datos y no transforma; la sabiduría
es una visión cabal que surge de la transformación interior y a la vez nos
sigue transformando. El intelecto desempeña un papel en nuestras vidas, pero la
vida es mucho más que intelecto, conceptos, lógica y simple entendimiento
racional.
Infinidad de cosas son inasibles a la lógica, irreductibles al mero razonamiento.
Si los conocimientos y la erudición no son bien encaminados a nuestro
crecimiento, anegan el campo de la evolución interior, pueden empantanarlo y
frenar el proceso de la realización de uno mismo.
El aspirante espiritual debe prevenirse contra las racionalizaciones
que se tornan un error básico de la mente cuando propenden a la justificación
falaz y al auto-engaño por prescindir de nuestras apreciaciones personales y se
convierten en una traba en la senda del conocimiento espiritual por basarse
solo en lo intelectual.